domingo, 23 de marzo de 2014

Nuestra página web!!!

Desde hace ya un tiempo tenemos activa la página web del templo, os invitamos a visitarla, en ella podréis encontrar información sobre nuestras principales deidades, el curso de sacerdocio heleno, como poneros en contacto con nosotros, como funcionamos, la guardia de la llama de Hestia, los fuegos sagrado de Hékate, como funcionamos en el templo, y muchas cosas más!!!! Os esperamos ;)

http://templohelenodehecate.jimdo.com/

jueves, 20 de marzo de 2014

Las Fallas, origen pagano

Concepto:
Actualmente podríamos definirlas como monumentos o conjunto de figuras de carácter burlesco o artístico que, dispuestas sobre un tablado, se queman públicamente en Valencia, España  por las fiestas el día 19 de marzo, es decir el día de San José.
La palabra Falla proviene del latín Fácula que significa Antorcha, debido a que al quemarse su aspecto es el de una gran antorcha ardiente que se eleva hasta el cielo.
Los monumentos en sí están formados normalmente por una figura central, la cual está rodeada de otros ninots (figuras) de menor tamaño.
Algunas fallas buscan mediante sus representaciones hacer alusión, de una forma satírica y sarcástica, a la sociedad Española y Europea.
Otras buscan la exaltación de la belleza del monumento, para ello se evocan a épocas y civilizaciones lejanas a la vez que exóticas o directamente mediante la perfección de los ninots.

Origen:
El origen más aceptado de esta festividad se remonta a una vieja tradición en la cual, al inicio de la primavera (el día de San José), los carpinteros de la ciudad de Valencia quemaban en grandes hogueras  los  materiales sobrantes de su trabajo.  Todo este material ardía alrededor del Parot, un mástil de madera que sujetaba el candil que les iluminaba en las noches de invierno y que con la llegada de la primavera ya no les hacían falta.
Como se puede ver este posible origen está fuertemente influenciado por la iglesia, sin embargo hay una serie de vestigios que apuntan que las fallas tienen un origen pagano mucho anterior que como de costumbre la iglesia trató de cubrir con una nueva festividad cristiana.

El origen precristiano apunta a ser contemporáneo a los romanos, los fundadores de la ciudad de Valencia.
Este origen consistiría en una gran hoguera que se alzaba  para celebrar el equinoccio de primavera, es decir, la llegada de esta, este tipo de festividad la podemos hallar desde los antiguos celtas hasta en las tribus centro-africanas. En la hoguera se quemaba todo aquello de lo que querían deshacerse los ciudadanos, sobre todo objetos que simbolizaban algo que querían que el fuego purificador se lo llevara con él, como podría ser una epidemia o mala cosecha.


Si analizamos este origen desde el punto de vista Heleno y Romano nos encontramos con Hékate, Deméter y Perséfone:

Durante estas fechas la primavera regresa, regresa con Perséfone, al lado de Deméter.
Como se relata en el himno homérico a Deméter, La diosa estuvo buscando a Perséfone durante nueve días portando una antorcha, sin obtener información alguna del paradero desconocido su hija, hasta el amanecer del décimo día en el cual finalmente encontró a Hékate, portando también una antorcha en mano, Ella había oído los gritos de Perséfone y sabía dónde se hallaba, en el Hades.
Finalmente cada primavera Hermes y Hékate, con sus antorchas flameantes, iluminan y guían a Perséfone  desde el Inframundo hasta los brazos de su madre.

Por tanto, todo ello nos hace pensar  ¿Y si cómo en Eleusis o en Sicilia aquí, en Valencia, también hubieran habido unos misterios para conmemorar la llegada de Perséfone a la superficie?

Esta creencia se hace más fuerte si tenemos en cuenta algunos datos como que el pueblo Siculo habitaba tanto en estas tierras como en Sicilia, así que podían haber sido ellos los portadores de este misterio, además de que recientes estudios han corroborado que en la ciudad Romana de Valencia y la de Sagunto se llevaban a cabo un gran número de misterios como los de Isis y Seraphis , Cibeles y Attis, Hékate o Tanit.


Con todo ello nos podemos imaginar como un grupo de antiguos devotos de las tres diosas,  que elevaban una “Gran Antorcha,” una “Gran Falla”, a la llegada de la primavera, con la cual rememoraban el encuentro entre antorchas de Deméter y Hékate y ofrecían “Su antorcha” a Hékate para que Perséfone y la primavera llegaran de nuevo al mundo.



martes, 17 de diciembre de 2013

Solsticio de invierno, perspectiva helena

Los antiguos griegos durante el invierno celebraban el nacimiento de Dionisos. El Dionysos "salvador " y apokaloutan "bebé", que nació de la virgen Sémele. Él fue el gran "pastor" cuyos sacerdotes celebraban con la vara pastoral, como hizo Osiris. En invierno era llorada la muerte de Dioniso por los Titanes, pero el 30 de diciembre se celebra el renacimiento de la deidad. En esta festividad, las sacerdotisas subían a la parte superior de la montaña sagrada y gritaban alegremente la celebración del recién nacido "Dionisio renacido. Dionisio vive ".


Esta antigua fiesta griega, también se identificó con la celebración del Sol, que fue deificado por los pueblos antiguos. Específicamente  en los griegos, se identificó con los luminóforos Apolo y Helios, el sol, que fueron representados en un carro volador distribuyendo la luz solar. Los pueblos antiguos describen el movimiento del Sol como la vida de un hombre que nació en los albores del sol de invierno, que creció poco a poco a medida que las horas que tardaba el sol en pasar por toda la tierra transcurrían, y morir o ser resucitado en marzo, el día del equinoccio de primavera, que simboliza con ello la regeneración  del reino de las plantas a través de la matriz de la Tierra. El Solsticio de Invierno se celebra el comienzo del invierno (del 22 al 25) desde el cual el sol comienza a subir poco a poco hasta que el día es igual a la noche, alcanza la igualdad en marzo. Entonces el sol vence a las tinieblas, y cuando llega la primavera, esta estación trae el renacimiento de la naturaleza.

 

Saturnalia (Solsticio de Invierno)

En torno al solsticio de invierno los romanos celebraban una de sus fiestas más gratas, las Saturnales, en honor de Saturno, divinidad agrícola protectora de sembrados y garante de cosechas. Prestigiaba la memoria de este dios (que andando el tiempo habría de identificarse con el Crono helénico y el púnico Baal) su papel como señor del universo en la mítica Edad de Oro, cuando dioses y hombres convivían en libertad y gozosa armonía en una naturaleza de infinita generosidad.

Por tales y otros méritos en pro del bienestar se le erigió un templo en el Foro, al pie del Capitolio, que sería depositario (cual signo de la prosperidad del Estado) del Tesoro Público, bajo la atenta vigilancia de los cuestores. Allí la estatua imponente de este dios barbudo, que blandía una hoz en la mano, sufría un singular cautiverio, pues una cinta de lana, a modo de grillete, rodeaba el pedestal de la estatua para impedir que abandonase Roma y la privase de su buena sombra. Sólo al llegar las Saturnales quedaba libre de las ligaduras.

Hasta la dictadura de Julio César, la fiesta se celebraba el 17 de diciembre, día en que los senadores y los caballeros romanos, aderezados con sus togas ceremoniales, ofrendaban al dios un gran sacrificio, seguido, como era costumbre, de un banquete público que culminaba con el grito de Io Saturnalia. Pero el gran estratega debió de considerar que una sola jornada era escasa honra, y prolongó las Saturnales hasta el día 19. Siguieron su ejemplo Augusto y Calígula, que añadieron sendos días, y Domiciano cerró la ampliación el día 23 de diciembre. Por tanto, a finales del s. I d. C. las Saturnales duraban una semana completa, consagrada especialmente al regocijo y la convivencia. Contribuía a ello la suspensión de numerosas actividades públicas: la escuela, el Senado y los tribunales de justicia interrumpían sus funciones; se liberaba a los prisioneros, que agradecidos depositaban las cadenas en el templo de Saturno; y hasta se aplazaba la ejecución de las penas capitales.

Los romanos intercambiaban regalos y visitaban a amigos y familiares. Eran fiestas de excepcional permisividad, pues actitudes prohibidas o inusitadas durante el resto del año recibían licencia en las Saturnales. Dormitaba, por ejemplo, la ley, severísima, sobre los juegos de azar, y los romanos veían crecer o mermar su patrimonio en el juego de los dados, las tabas y la lotería. Pero nada más llamativo (y carnavalesco) que el protagonismo que adquirían los esclavos.
Terminaban las Saturnales, según lo dicho, el 23 de diciembre. Pero he aquí que en el año 274 el emperador Aureliano, preocupado por el sincretismo religioso, introdujo el culto siríaco del Sol Invicto, cuyo natalicio se celebraba el 25 de diciembre, cuando el sol, superado el solsticio, recobra su poderío de luz en los días. En él reconocieron casi todas las sectas a su suprema divinidad, especialmente los muchos seguidores de Mitra. La turba de dioses, propios y extraños, que había hallado acogida en Roma acabaría reduciéndose a este «Sol Señor del Imperio Romano».

Esta suerte de monoteísmo solar, cuyo culto había estado precedido por las fiestas en honor de Saturno, allanó el camino al Cristianismo no sólo para establecer (por oposición al paganismo) la fecha del natalicio de Jesucristo, sol de justicia, sino también para la celebración de unas fiestas prolongadas en las que, como los romanos de entonces, los cristianos de ahora se afanan en compartir la alegría, aumentar la hacienda y cumplir con los regalos, a la vez que se entregan con desenfreno a opíparas mesas.
Terminaban las Saturnales, según lo dicho, el 23 de diciembre. Pero he aquí que en el año 274 el emperador Aureliano, preocupado por el sincretismo religioso, introdujo el culto siríaco del Sol Invicto, cuyo natalicio se celebraba el 25 de diciembre, cuando el sol, superado el solsticio, recobra su poderío de luz en los días. En él reconocieron casi todas las sectas a su suprema divinidad, especialmente los muchos seguidores de Mitra. La turba de dioses, propios y extraños, que había hallado acogida en Roma acabaría reduciéndose a este «Sol Señor del Imperio Romano».


Esta suerte de monoteísmo solar, cuyo culto había estado precedido por las fiestas en honor de Saturno, allanó el camino al Cristianismo no sólo para establecer (por oposición al paganismo) la fecha del natalicio de Jesucristo, sol de justicia, sino también para la celebración de unas fiestas prolongadas en las que, como los romanos de entonces, los cristianos de ahora se afanan en compartir la alegría, aumentar la hacienda y cumplir con los regalos, a la vez que se entregan con desenfreno a opíparas mesas.

Cronos/Saturno

Hijo de Gea y Urano, es el menor de los titanes y padre junto a Rea de Zeus, Poseidón, Hades, Hera, Démeter y Hestia.
Dios del tiempo inexorable así como de la cosecha desde tiempos preolímpicos, por ello su atributo principal era la hoz, con la que castró a su padre.
Tras perder la batalla contra sus hijos, Cronos fue desterrado al Tártaro o; según otras versiones, a gobernar los Campos Elíseos.
En Grecia se celebraba una fiesta de la cosecha en su honor conocida como Hekatombaion y en Roma se celebraba la Saturnalia, fiesta que corresponde al día de hoy.



Afrodita

Diosa del amor, de la belleza femenina, de la atracción física y de la sexualidad. Conocida como Hetera en su papel como diosa de las prostitutas. Normalmente va acompañada por Eros (más conocido por su nombre romano, Cupido), personificación de la pasión.


Démeter

Diosa de la agricultura, los cereales, la fertilidad y de las estaciones.
Por otra parte también es diosa del matrimonio aunque la deidad del matrimonio por excelencia sea la diosa Hera)y de los ciclos vitales.
Madre de Perséfone y del caballo Arión debido a la unión con dos de sus hermanos, Zeus y Poseidón.